miércoles, 14 de diciembre de 2011

Que el miedo a preguntar no te haga dejar de aprender

"consejos para buscar empleo"

Resolución, iniciativa, agilidad… estas son algunas de las cualidades que se esperan de un buen trabajador. Pero los trabajadores son también personas y eso implica dudas e inseguridades que a veces se intentan tapar por miedo a “quedar mal”.
Sin embargo, pensar que consultar dudas o pedir ayuda en el trabajo es signo de incompetencia es un gran error. El buen trabajador nunca deja de aprender y, mientras no se convierta en la norma, estar dispuesto a hacerlo reconociendo las limitaciones abiertamente no disminuye la eficacia en el trabajo ni repercute negativamente en su imagen de cara a la empresa.
Son dos los grandes errores que suelen cometerse en una empresa por miedo a mostrar las limitaciones. Por un lado, la búsqueda de la idoneidad para un puesto nos lleva a presumir de las capacidades que no tenemos o a asegurar un dominio de las mismas mayor que el que poseemos en realidad.
La consecuencia de esto es que cuando se descubra tal carencia se desconfiará no sólo de lo que dijimos en la entrevista, sino de nuestras capacidades y credibilidad en general. Ante esto una buena solución es trabajar a modo personal esas habilidades que necesitamos implementar para lograr de ese modo que a la hora de llevarlas a la práctica la diferencia entre nuestra afirmación o exageración inicial y el resultado sea menos notable.
Pero por otra parte está el segundo de los errores frecuentes que es el hecho de, una vez obtenido un puesto de trabajo y ante una situación de presión, centrarnos en terminar la tarea que nuestro superior nos ha asignado en el plazo marcado en detrimento de la calidad de la misma.
En ciertos puestos de trabajo este caso se ve más acuciado puesto que la necesidad de inmediatez, por ejemplo en un medio de comunicación, obliga a trabajar. bajo presión.
Ante esto es mejor pedir ayuda o solicitar directamente una alternativa antes que presentar la tarea en un estado que esté por debajo de nuestras posibilidades
En definitiva, no hay que confundir la rapidez con la precipitación y tampoco la perfección con la productividad. Al fin y al cabo no hace falta ser perfecto para ser productivo y es preferible realizar las tareas con corrección que con rapidez.

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