martes, 27 de septiembre de 2011

El valor de los disvalores

Gestión
Por Miguel Furque, MBA

¿Cuál es el precio de la desconfianza generalizada? ¿Cuáles son los aspectos perniciosos o desagradables de determinadas conductas laborales? En estos tiempos, donde se pretende confundir y mezclar las virtudes con conductas engañosas, igualar lo que está bien con lo que le conviene a cada uno; es importante detectar y revertir los “disvalores” o “valores negativos”, que lamentablemente son adheridos cada vez más por un mayor número de personas y organizaciones.
Las contradicciones que conviven en cualquier empresa u organización, a la manera de engendros descontrolados; tarde o temprano se vuelven en contra de su mentor, quien involuntariamente debe abortar las quejas y pedidos de explicaciones. Proponemos aquí una serie de recomendaciones para hacer frente a los anti valores que afectan a nuestras empresas:

1- Hable con la verdad, no importa el precio que deba pagar por ello.

A veces, el exceso de respeto humano, que nunca es exceso, sino falso respeto, otras la desidia o cobardía de no saber cómo enfrentar las consecuencias de determinados actos por más correctos que sean; nos hacen ceder a la tentación de las “mentiras piadosas” que generan falsas expectativas sobre cosas que nunca ocurrirán, desaliento por no alcanzar metas prometidas y rebeldía cuando se cae en la cuenta del engaño.

Además, siempre resulta tedioso para quien miente mantener la “logicidad” o “coherencia interna” de esa red de mentiras que con el tiempo se multiplica geométricamente en cantidad de actores y temas, lo que genera que ese primario árbol se ramifique y extienda en un bosque imposible de mantener y alimentar sin caer fatalmente en contradicciones

2- Delegue y brinde confianza.

Es bastante común escuchar de quienes ejercen el poder, la frase “yo no confío en nadie” como una expresión de temor a ser defraudado.

Ya sea por la “soledad del mando” -entendida como una manera de aislamiento nacida de la inseguridad que brinda la falta de solvencia profesional, técnica o moral para hacer frente y resolver la problemática que se presente- o por temor a que los demás actúen como espejo y replicando nuestra propia conducta; no se le da al subordinado la confianza elemental para su desarrollo y crecimiento, limitándolo en la información que le es propia.

Todas estas muestras de desconfianza terminan en cosechar lo que se siembra: falta de confianza por parte del subordinado, desmotivación y desconocimiento de roles y objetivos.

3- Genere conductas transparentes y normas éticas conocidas y respetadas por todos.

De la desconfianza al espionaje hay un solo paso…. El permanente deseo de saber qué piensan y dicen los demás se torna obsesivo y asfixiante. Allí aparecen las metodologías que se introducen peligrosamente en la intimidad de las personas, exponiéndolas personal y corporativamente a través de reclamos indemnizatorios civiles y penales por mobbing laboral, acoso, violación de la intimidad, entre otros.

Esta red de espionaje genera conductas indeseables para ambos “bandos”. Los espías, para justificar su función de escaso valor agregado, exageran, subjetivizan o inventan con tal de no perder los favores y el lugar de privilegio que tienen frente a su interlocutor que ostenta el poder circunstancialmente. Seguramente recibirán a cambio, impunidad para hacer muchas de las cosas que se les atribuyen a los demás. Del otro lado, los débiles o “vigilados” asumen conductas defensivas que atentan contra su rendimiento y eficiencia, sin mencionar la influencia en su iniciativa o motivación.

4- Procure que sus actos sean consecuentes con sus palabras.

Una tentación en la que solemos caer, es dilatar un problema cuando lo podemos resolver ya. A veces llegamos a no atender llamadas, evitar reuniones o inventar excusas para no afrontar las consecuencias. Esta conducta va originando en nuestro interlocutor de turno desconfianza y falta de credibilidad. Es bastante conocido el dicho “es mejor ponerse rojo una vez que verde toda la vida”. A la manera de los adolescentes, la gente necesita que le señalemos límites en lo laboral o al menos que les fijemos nuestra posición. Nos agradecerán más un “no” dicho respetuosamente y con las razones adecuadas, que un “no sé” mentiroso.

5- Predique con el ejemplo.

El ejemplo es lo más valioso que podemos brindar. Es tedioso analizar cómo pedimos permanentemente cosas que no se pueden hacer y que nosotros mismos somos incapaces de cumplir. Pretendemos autoritaria y caprichosamente que los demás realicen acciones imposibles, tareas “desagradables” de dudoso resultado y actividades con metas elaboradas desde el voluntarismo.

No espere ni exija lealtad y transparencia de sus colaboradores cuando usted cambia permanentemente de discurso según el interlocutor de turno.
  
6- Genere sinergia en el equipo de trabajo.

Es falsa la idea de que fragmentando la información se sostiene el poder. Contrariamente a lo esperado, con esta actitud el poder se desgasta y debilita. Al no existir cohesión se diluyen los efectos, no se logra efectividad, contundencia ni un verdadero crecimiento.

Los distintos personajes involucrados de la organización, al contar sólo con un fragmento de la realidad, no podrán ver ni entender el objetivo. ¡Cómo subestimamos a la gente pensando que tiene que hacer permanentemente actos de fe! De esta manera, perdemos la brillante oportunidad de escuchar, aprender de los demás y enriquecer nuestras ideas.

7- Sea respetuoso del trabajo ajeno.

Una metodología lamentablemente muy arraigada, sobre todo en el personal que ostenta como único mérito la acumulación de años de experiencia; es la permanente descalificación del otro como un burdo método de distracción y defensa de sus propias limitaciones. Resulta perjudicial para la sinergia del trabajo en equipo, que existan personas que dedican la mayor parte del tiempo a indagar sobre las conductas y acciones de los demás y criticarlas, muchas veces desde la más profunda ignorancia y el desconocimiento profesional.

Esta actitud mediocre puede sumir a la organización en un caos y crisis de mando.

8- Sea humilde y sepa escuchar

No siempre tenemos la razón, no somos depositarios ni poseedores de la verdad revelada y si hay algo cierto, es que el poder y la autoridad descansan en servir y no en dar órdenes. La soberbia nos alejará de la realidad, no nos permitirá el disenso ni la riqueza de la discusión.
Con esta actitud, nuestros subordinados simplemente callarán y como respuestas a nuestras palabras obtendremos silencio, pero no adhesión. La humildad con el paso del tiempo nos hará sabios, confiables y seguramente buenas personas.
Como en una de las leyes físicas que nos enseña que todo espacio vacío tiende a llenarse, así también los disvalores ganarán lugar en la medida que no se encuentren esos "espacios organizacionales" ocupados por una trama de valores conocidos y practicados por la mayoría.

La generación constante de éstos y otros valores, su debate y discusión, su puesta diaria en práctica y el desarrollo de los mismos le dará a la organización un importante plus para mantenerla indemne del peligro de "contagio" de las prácticas que atenten contra la salud y el crecimiento de la misma. Necesitamos de prácticas correctas y valores a seguir que nos inviten de manera constante al esfuerzo y nos animen a buscar la excelencia.

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