martes, 27 de septiembre de 2011

Más allá del trajín laboral, la salud

Miradas / Por Jorge Mosqueira

Algunos empleados están tan absorbidos por el trabajo que ponen en peligro su vida

Domingo 19 de junio de 2011 | Publicado en edición impresa


Cualquiera que pase por primera vez por la esquina de las avenidas Las Heras y Pueyrredón, en la Ciudad Buenos Aires, no podrá evitar la sorpresa. Encontrará un edificio llegado desde los tiempos del gótico tardío. Está inconcluso, como muchas otras catedrales europeas que tardaron siglos en completarse hasta que se dieron por vencidos, una vez disipada la fe que lanzó el emprendimiento. Tamaña rareza no podía menos que generar una leyenda urbana, fantasiosa y romántica. El ingeniero Arturo Prins, de origen francés, fue quien ideó el edificio, presentado en concurso para la Universidad de Buenos Aires. Se dijo que, al comprobar que había cometido un error de cálculo, se suicidó. Más precisamente: verificó que si se le agregaban las cúpulas y el revestimiento que aún hoy faltan, toda la construcción se vendría abajo.
No sería el único caso de suicidio por un error en el más alto rango de la responsabilidad. Zhang Shuhong fue un empresario chino que se ahorcó en 2007 cuando una investigación descubrió que una línea de los juguetes que producía utilizaba una pintura tóxica, causando enfermedades de distinto tipo y muertes de niños.
Masataka Shimizu, presidente de Tokyo Electric Power Company, empresa que administraba la central de Fukushima, fue sospechado como suicida luego del desastre nuclear ocurrido recientemente en Japón. Hace una década, el CEO de una empresa de aviación de la misma nacionalidad que Shimizu cometió un acto suicida luego de un accidente que costó la vida de decenas de pasajeros y de toda la tripulación.
Pero estos últimos son casos distintos respecto de la leyenda urbana sobre el ingeniero Prins. Una cosa es quitarse la vida por haber propiciado, por error u omisión, la muerte de otros y otra es matarse por un proyecto frustrado.
Lo que lleva a pensar cuáles son los límites, aun dentro de la hoy tan difundida Responsabilidad Social Empresaria, si es que los hay. Habría que preguntarse, en primer lugar, si la vida se pone en juego cuando se enfrenta un proyecto laboral. La respuesta más instintiva diría que no, que es un desatino verlo de esta manera. Sin embargo, muy en el fondo de la cuestión hay una relación difusa entre alcanzar objetivos ambiciosos y la puesta en juego de la vida misma. Sin llegar al espectacular y cruento harakiri, hay ciertas exigencias veladas que implican el deterioro de la salud, llegando de alguna manera al mismo final.
El estrés soportado por la mayoría de los responsables ejecutivos, la exposición a contaminantes o a condiciones ambientales agresivas no difieren demasiado de un corte abrupto de vida posible, excepto por la prolongación en el tiempo. Al no hacerse visible el desgaste se lo ignora o, lo que es peor, se naturaliza.
En general, los mitos completan la comprensión de los fenómenos, basados en deducciones y conexiones con la realidad, presentando una alternativa más convincente. Arturo Prins era uruguayo, nacionalizado argentino, y murió en 1939, un año después de que se cancelara su proyecto por simples razones presupuestarias.
Dicen, también, que un amigo del ingeniero lo encontró en la calle y le informó sobre los rumores de su intención de suicidarse, a lo que éste respondió, riendo: "Me puedo suicidar por cualquier cosa, menos por no terminar un trabajo".
jorgemosqueira@gmail.com

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